Fuente: Manuel Martínez Opazo, La Nación, http://cianuronews.wordpress.com/
Los viajes siempre dejan algo. Experiencias para no repetir, otros aprenden a conocer quiénes nos reciben con agrado o nos desprecian por nuestro entendimiento de la vida. La semana pasada el Gobierno visitó Cuba. Tierra de maravillas extremas, pocos sitios pueden darse tan semejante lujo, porque sus habitantes son amables, alegres y preparados. De no ser por su Gobierno, sería una nación completa. Pero no se puede todo. Que nuestro Gobierno tuviese que visitar Cuba nunca lo entendí. La verdad, hay muchas cosas que no entiendo y si quiero explicármelas, tendré que juntar pedazos y delinear la respuesta como un acertijo.
¿Para qué visitar Cuba si no nos entrevistamos con la disidencia? Esa que denuncia el sistema autoritario de Fidel, quien por más de 50 años ha justificado su régimen con su mentada revolución. Lo único que ha logrado con esto es el bloqueo de los arrogantes del frente, sumado al sometimiento interno de quienes no piensan como el sistema. No me vengan a decir que no es verdad. El régimen es tan represivo como cualquier dictadura. Estuve en la isla un lapso suficiente como para tomar contacto con la población y enterarme de que muchas de las prácticas que más detesté de Pinochet se aplican de la misma forma. Castro llegó a dar un giro al país, pero terminó por someter al pueblo y tenerlo por casi seis décadas en una noche oscura.
Puede ser verdad lo que dice Guillermo Tellier, que nadie se traga la lengua en Cuba por decir lo que piensa, pero sí se tienen que tragar al anciano de la revolución todos los días, con una prensa manejada, donde todo se controla al más mínimo detalle, donde la policía política (G6) marca presencia en un terreno que declaran suyo. Es fácil ver lo que se desea. Resulta alentador tratar de encontrar en Cuba casi un ejemplo que desearíamos repetir en otros lugares de América, pero menos mal que no somos tan brutos, y comprendemos que la democracia, por imperfecta que sea, es mejor que la más óptima dictadura.
No por eso he de ser un fundamentalista. Discrepo de los regímenes comunistas, pero nunca a un nivel tan básico. Mantenerlos fuera del sistema democrático es hacer lo mismo que detestamos de los regímenes dictatoriales, donde los que no están de acuerdo deben irse a las mazmorras. Discrepo del diputado Patricio Walker, que toma las palabras de Teillier y hace poco menos que un juicio social de por qué no se debe ampliar la Concertación. Ignorar a sectores que están fuera del debate social no es sólo un error, sino que demuestra una miopía política gruesa.
Sabemos que el tema de los derechos humanos en Cuba es una realidad. No podemos hacernos los desentendidos. Tenemos claro que más temprano que tarde ese país volverá a conocer la libertad. No obstante, como decía al inicio, a veces me cuesta comprender por qué se toman ciertas determinaciones sobre este tipo de regímenes, que además nos fustigan dando lecciones de cómo debemos arreglar con nuestros vecinos las situaciones históricas. Es propio de Fidel entrometerse en los asuntos internacionales. Se lo aprendió a quienes mantienen el bloqueo. Como Estado soberano somos maduros para aceptar las arremetidas de algunos próceres, que tal vez producto de sus años hacen análisis fuera de la realidad.
Es de esperar que las discrepancias se tomen como eso. No creo que dé para más. A los que desean sacar partido de la controversia y desean cámara, les recomendaría ir al Festival de Viña. Es probable que los enfoquen y así tendrán su minuto televisivo, porque tanta alharaca suena a necesidad de pantalla y nada más que eso.
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